miércoles, 22 de octubre de 2014

Las cronos ya no son para el verano

Hubo un tiempo no muy lejano en el que una crono de 60 km se asumía como parte indivisible de cada Tour de Francia. Miguel Indurain dominaba entonces la prueba francesa. Su estrategia, sencilla sobre el papel, se basaba en acumular minutos en etapas contrarreloj y gestionar después su ventaja en las jornadas de alta montaña. Una fórmula que repitió con éxito durante cinco años. Nombres como Bergérac, Lac de Vassivière o Luxemburgo pasaron así a la historia de esta carrera.

Si Indurain tuviera que disputar la ronda francesa en la actualidad, debería cambiar su modo de asaltar el amarillo. Por descontado. La pérdida de kilómetros de lucha individual se ha reducido año tras año hasta alcanzar una cifra casi residual: Catorce en 2015. No se trata de una excepción, más bien de una tendencia iniciada hace varias campañas y que ha alcanzado su máxima expresión en la edición presentada este miércoles a mediodía en París.

¿Y dónde se encuentran los motivos que han llevado a ASO a adoptar este modelo? Por supuesto no se trata de una decisión tomada a la ligera. Han estudiado sus consecuencias y han apostado por una fórmula que no ha agradado a los más puristas. Sin dar o quitar razones a nadie, éstas son las causas que han conducido hasta esta medida:

  • Involucrar a más corredores. En etapas de montaña o jornadas con final al sprint, el número de corredores con opción a la victoria no suele superar la docena (a lo sumo). Sin embargo, las fugas, que a veces hasta culminan con éxito su aventura, o los gregarios encargados de echar abajo el esfuerzo de los primeros, juegan papeles importantes en el desarrollo de la etapa. Por contra, las cronos se han convertido en un día de descanso activo para más del 80% del pelotón. Situación además reconocida por los propios corredores.
  • Logística. Una crono, más si es larga, supone cerrar al tráfico durante casi medio día un circuito que suele conectar zonas urbanas. Como a todo el mundo no le gusta el ciclismo, los hay quienes se quejan por no poder llegar a casa por su camino habitual. Si una etapa en ruta significa 1 hora (hora y media a lo sumo) de retenciones, una crono puede alcanzar las siete horas, sin contar con que los corredores suelen reconocer antes el circuito.       
  • Televisión. Aunque el término 'infumable' haya sido utilizado más de lo que nos habría gustado, lo cierto es que una contrarreloj no es por lo general el producto que mejor casa con lo que hoy en día entendemos por espectáculo televisivo.  Hasta la salida de los últimos, se trata de prolongar una espera a veces tediosa y siempre muy cara. No en vano, el minuto de producción en ciclismo supera por mucho el de la mayoría de deportes. Se trata de aprovechar al máximo la retransmisión.
  • Igualdad. El resto de puntos ya descritos también suman pero lo cierto es que el motivo principal por el que las cronos han caído en el grado de importancia de la mayoría de pruebas ciclistas (el Giro de 2015 supondrá una excepción) reside en el principio de igualdad. A todos los organizadores les interesa prolongar la expectación lo máximo posible. Alargar la duda, mantener a la mayoría de los favoritos en el mínimo tiempo posible. Una crono rompe esa igualdad y, aunque debería invitar a los peor situados en la general a moverse, lo cierto es que da ventaja a los especialistas en unas etapas de montaña que suelen quedar bloqueadas. ¿Debería ser así? Posiblemente no... pero en la mayoría de casos estos últimos años es lo que sucede. Por lo tanto, sin crono, o con una crono muy corta, se consigue con mayor probabilidad alcanzar esa traca final con varios corredores en diferencias casi insignificantes.
Que nos encontremos en una época de transición tras la que se volverá a dar la importancia que merece a las cronos o que esta tendencia se vaya a asentar, o incluso a acentuar, en el futuro, es algo que nos dirán los años. La realidad es que el modelo actual prima las llegadas en alto durante la última semana sobre los kilómetros contrarreloj. Una fórmula muy criticada por los sectores clásicos y que más años llevan ligados al ciclismo pero que, por otro lado, no ha caído de forma tan negativa entre la prensa generalista o el aficionado medio, el que consume ciclismo de forma ocasional. Quizá en el punto intermedio se encuentre la respuesta.

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