martes, 11 de marzo de 2014

Saramotins

Aparezca que mi opinión de Carlos de Andrés como narrador de ciclismo de alta competición siempre ha resultado bastante positiva. Su trabajo consiste en transmitir a una audiencia heterogénea un deporte complejo, cambiante como pocos, con muchos más actores que otros como tenis, baloncesto o incluso fútbol. El ciclismo de Televisión Española no va dirigido a un pequeño grupo de expertos o aficionados fieles que conoce los pormenores del pelotón internacional. No mayormente. El Tour, la prueba por excelencia en España, dispara los índices de audiencia de este deporte... gracias a aficionados que durante el año no tienen constancia de otras muchas competiciones. Para ellos también se narra ciclismo.

Y viene a colación este prólogo por uno de los pequeños dejes que Carlos de Andrés ha cultivado a lo largo  de las temporadas; llamar de forma incorrecta a un corredor poco conocido, aunque habitual de las fugas de las grandes vueltas: Aleksejs Saramontis, o, mejor dicho, Saramotins. No cabe duda de que el letón y su gramática se escapa a la mayoría de españoles. Sin embargo, leyendo la lista de inscritos de cualquier prueba que tenga a bien respetar el nombre de sus participantes, comprobaremos que este rodador de pelo rubio y pasaporte letón responde al nombre de Saramotins, y no al primero.

Posiblemente, Carlos de Andrés memorizó de forma automática 'Saramontis' la primera vez que leyó su nombre, puede que en la Vuelta a España de 2011, prueba en la que participó con el equipo Cofidis y en la que TVE grabó un divertido reportaje al equipo francés en el que el letón y un particular baño en un tanque de agua fría coloreaban un típico vídeo de post carrera. Desde entonces, habrá vuelto a leer su nombre una docena de veces, y en todas ellas el nombre que aparecería no sería otro que el de 'Saramotins'. Sin embargo, el cerebro humano es caprichoso. Cuesta mover ideas preconcebidas.

Y hasta aquí quería llegar. Defender la idea de que, a veces, conviene desprenderse de ideas preconcebidas, de procesos que creíamos perfectos y que nos resistimos a mover, puede que por convicción, la mayoría de las veces por pura rutina. Detenerse y buscar errores en pasos que dimos por cerrados pero que pueden abrir la puerta de la auténtica solución. No dar nada por sentado, y mucho menos cuando esa teoría ni siquiera parte de nosotros. Ideas. Y despertarse y descubrir que el letón se llamaba Saramotins.

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